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La otra cara de la moneda De la violencia colectiva a la crisis de autoridad



Por Fátima García

Dedicada a Cinthya Coleote y Edgar Torrentera

Equipo de Imagen Televisión Puebla con quienes me solidarizo.


Algo se desgasta con relación a la ley, y por ende al lenguaje que habita el sujeto.

Marta Susana Medina


Decían por ahí que la violencia configura el signo de los últimos tiempos, pues con frecuencia, quienes se sitúan en las posiciones más débiles en la trama de los lazos sociales se vuelven cada día más vulnerables a ser violentados, ya sea de manera individual o colectiva, convirtiéndose el hombre en el lobo del mismo hombre.


Nada es más simple ni más cruel, basta con hacer pública una acusación o hacer un señalamiento para que de manera súbita los despliegues multitudinarios procedan, provocando las más violentas tempestades, hallándose en una guerra de todos contra todos, donde la mano invisible del hombre que atenta contra la integridad física y moral del otro, lo último que obtiene es la sed de verdad.


Pero ¿por qué actuamos diferente cuando estamos solos a cuando estamos acompañados? ¿por qué la necesidad de castigar públicamente en calles y plazas públicas cuando se supone existe una ley? ¿dónde queda la palabra, el pensamiento, simplemente la subjetividad? ¿acaso esa no vale? ¿por qué la seguimos silenciando? ¿y la autoridad? ¿dónde está?


Ciertamente, en las sociedades neoliberales modernas, la violencia colectiva se ha convertido en un procedimiento recurrente, donde el individuo integrado a una multitud, adquiere un sentimiento de poderío invencible, capaz de gozar del sufrimiento ajeno, generando innumerables vejaciones corporales como: golpes, ahorcamientos, laceraciones, lapidaciones e incineraciones; esto en el caso de violencia física, porque también existe otra no menos peor, la violencia digital, que ocasiona un terrible daño moral al deteriorar la reputación del acusado y esto sin importar si existen o no pruebas, pero de eso hablaré en mi siguiente columna.


El individuo que participa de estos actos, cede a sus propios instintos que antes como individuo aislado, hubiera frenado forzosamente. Es así que por ser una multitud anónima y en consecuencia irresponsable, cruel y destructora, donde la cobardía se convierte en un acto heroico, los sentimientos de culpa y responsabilidad, simplemente se ven desvanecidos.


Sin embargo, no podemos negar que existe una crisis de autoridad; cuando el mismo sistema que debe formular leyes las corrompe y las desmiente, se producen desavenencias que rompen el orden, es donde el pueblo se revela entonces contra la ley, causando la más profunda violencia social e indignación moral como si de pronto estuviésemos como sociedad insertos en la comedia de Lope de Vega Fuente Ovejuna, donde los súbditos, en este caso los ciudadanos toman justicia por mano propia abrigando un sentimiento de omnipotencia pero sin asumir la responsabilidad de sus acciones, donde se hacen presentes las frases: “No vi nada, no escuché nada, no supe nada”


Tal pareciera que como sociedad estamos estigmatizados, pues no estamos libres de pecado; los límites sociales se han roto y los procesos narcisistas se vuelven a hacer presentes.


Quizá también podemos traducir este malestar social como resultado de un hartazgo, desconfianza e incertidumbre por la forma de operar de los sistemas de justicia que son percibidos por la ciudadanía como cómplices de la injusticia, donde los vacíos legales están latentes y desde luego, el sentimiento de que la autoridad no hace nada o lo hace de manera incorrecta; y no es para menos, hemos sido testigos de la omisión a las injusticias que incluso viven periodistas y reporteros de los distintos medios de comunicación cuyo trabajo es informar a la sociedad.


Por ello es necesario poner un alto a la corrupción e ineptitud de ciertos actores de la política; qué importante seguir de cerca nuestros representantes políticos y exigir lo que prometen en campaña, pero también, qué importante que nosotros como personas aprendamos a asumir la responsabilidad de nuestras acciones, a que los niños desde pequeños aprendan a decir: “Yo fui, lo siento” porque reflexionar sobre la violencia, implica pensar en el problema de la crisis de autoridad, pues ambos se encuentran unidos por un elemento común, la acción colectiva.


De no ser así, no nos quejemos entonces de la sociedad caótica en la que vivimos.






COMENTARIO DEL DIA.

Dos semanas han pasado y aun no hay responsables del accidente de la lineá 12 del metro, al parecer no hay ni habrá culpables de una tragedia que marca la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, que con un ¡Al carajo! dio carpetazo al asunto.

Quedan en la memoria 26 muertos y mas de 80 heridos que jamás olvidaran esta pesadilla dejando en claro que en la 4T también hay protección a los aliados y se pasa por alto la negligencia, cueste las vidas que cuesten.

¡Pero el PRI robo más!

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